Quimera


El paisaje ejerce un papel esencial para el desarrollo de las identidades territoriales y su interiorización social. Este rol a nivel social es una consecuencia inmediata de la vivencia y observación del territorio. La dimensión comunicativa del paisaje es amplia y vemos como, muchas veces, se utiliza y modela para y por valores turísticos o comerciales.

Observamos cómo actualmente existe un consumo compulsivo de imágenes de paisaje y creemos oportuno reflexionar sobre algunas consecuencias que esto implica: Por un lado se tiende a banalizar las complejas relaciones entre la realidad y su representación. Por otro lado, vemos que se sustituye el contacto con el mundo real por una representación estereotipada e inducida del mismo. Incluso podemos decir que se condiciona la experimentación de los lugares y se predeterminan los vínculos afectivos que se establecen con el lugar o con su representación. Ya no hay sorpresa, ni implicación, no hay punto de encuentro entre la visión y la emoción.

Teniendo esto en cuenta, hemos querido desarrollar un proyecto en el que la experimentación e interacción con el paisaje fuera esencial, tanto a la hora de la toma, como de la edición y producción. De esta forma se reivindica la existencia de una mirada propia contra la tendencia hacia la representación de paisajes idealizados con intenciones turísticas.

Sugerimos experiencias ligadas a un lugar físico, en este caso un lugar “inventado”, producto del encuentro entre las miradas que propone cada autora sobre lugares de por sí turísticos. Lugares a los que se les aplican, generalmente, los cánones de belleza y los clichés antes mencionados.

Para alejarnos de la visión más comercial y acercarnos a esa visión más emocional y personal sobre el territorio, proponemos lecturas más ambiguas en las imágenes queriendo potenciar una atmósfera evocadora, creando imágenes que sugieren más que muestran.

El paisaje que tratamos de capturar nada tiene que ver con distancias y medidas, sino con la práctica de andar y mirar, con el modo en que los elementos se relacionan entre sí, con el observador y con la experiencia del lugar. En nuestras imágenes no es importante el referente fotográfico sino la expresión de una relación. No se pretende mostrar sólo un lugar sino la presencia y la emoción de un sujeto en ese lugar, una realidad que proviene de un “territorio mental”, la esencia menos tangible de las cosas.

Es importante que se diferencie el estilo personal de cada autoras ya que así se respeta la narración personal. Pero es importante también, que se perciba el dúo de imágenes como un solo paisaje al cual accederemos de forma conjunta y ambigua, a veces surrealista. Así se permite mayor libertad y subjetividad en la lectura del espectador y así, nos podemos alejar de la visión más obvia y mascada que a menudo nos imponen.

Quimera


El paisaje ejerce un papel esencial para el desarrollo de las identidades territoriales y su interiorización social. Este rol a nivel social es una consecuencia inmediata de la vivencia y observación del territorio. La dimensión comunicativa del paisaje es amplia y vemos como, muchas veces, se utiliza y modela para y por valores turísticos o comerciales.

Observamos cómo actualmente existe un consumo compulsivo de imágenes de paisaje y creemos oportuno reflexionar sobre algunas consecuencias que esto implica:
Por un lado se tiende a banalizar las complejas relaciones entre la realidad y su representación.
Por otro lado, vemos que se sustituye el contacto con el mundo real por una representación estereotipada e inducida del mismo.
Incluso podemos decir que se condiciona la experimentación de los lugares y se predeterminan los vínculos afectivos que se establecen con el lugar o con su representación.
Ya no hay sorpresa, ni implicación, no hay punto de encuentro entre la visión y la emoción.

Teniendo esto en cuenta, hemos querido desarrollar un proyecto en el que la experimentación e interacción con el paisaje fuera esencial, tanto a la hora de la toma, como de la edición y producción. De esta forma se reivindica la existencia de una mirada propia contra la tendencia hacia la representación de paisajes idealizados con intenciones turísticas.

Sugerimos experiencias ligadas a un lugar físico, en este caso un lugar “inventado”, producto del encuentro entre las miradas que propone cada autora sobre lugares de por sí turísticos. Lugares a los que se les aplican, generalmente, los cánones de belleza y los clichés antes mencionados.

Para alejarnos de la visión más comercial y acercarnos a esa visión más emocional y personal sobre el territorio, proponemos lecturas más ambiguas en las imágenes queriendo potenciar una atmósfera evocadora, creando imágenes que sugieren más que muestran.

El paisaje que tratamos de capturar nada tiene que ver con distancias y medidas, sino con la práctica de andar y mirar, con el modo en que los elementos se relacionan entre sí, con el observador y con la experiencia del lugar. En nuestras imágenes no es importante el referente fotográfico sino la expresión de una relación. No se pretende mostrar sólo un lugar sino la presencia y la emoción de un sujeto en ese lugar, una realidad que proviene de un “territorio mental”, la esencia menos tangible de las cosas.

Es importante que se diferencie el estilo personal de cada autoras ya que así se respeta la narración personal. Pero es importante también, que se perciba el dúo de imágenes como un solo paisaje al cual accederemos de forma conjunta y ambigua, a veces surrealista. Así se permite mayor libertad y subjetividad en la lectura del espectador y así, nos podemos alejar de la visión más obvia y mascada que a menudo nos imponen.